Aunque en el discurso y la retórica las evaluaciones en general dan la apariencia de prestar atención a las consecuencias no deseadas de las intervenciones, la mayoría de los diseños de evaluación dedican todo su presupuesto para la evaluación de la ejecución prevista y el logro de metas. Sigue siendo una excepción el tipo de trabajo de campo abierto a captar efectos no deseados o no esperados o dinámicas emergentes. Esto es útil para identificar los posibles impactos negativos durante el diseño del programa, a fin de garantizar y establecer mejores procesos de seguimiento. Esto a su vez ayuda a la identificación de nuevos impactos negativos que deben ser evaluados. Una vez que se hayan identificado los posibles efectos no deseados o negativos se debe posibilitar desde el diseño la evaluación de los resultados y los impactos no deseados reales a medida que ocurren. Para ello, por ejemplo, la recolección de datos podría permanecer abierta hacia resultados no deseados e inesperados mediante la inclusión de algunas preguntas abiertas en las entrevistas y cuestionarios, y propiciando la comunicación de los resultados inesperados. Apuntamos algunas opciones:
(1) Entrevistas con informantes clave: pidiendo al personal identificar los posibles impactos negativos, basados en su experiencia o en programas similares. Los críticos del programa pueden ser especialmente útiles.
(2) Teoría programa negativa: la identificación de las formas en que las actividades del programa pueden producir impactos negativos, en lugar de sus impactos previstos.
(3) Evaluación de riesgos: identificación de los impactos negativos potenciales, su probabilidad de ocurrir y cómo podrían evitarse.
(4) Informes de sucesos inusuales