Existen tres principales propuestas de análisis surgidas a partir del planteamiento original de Hardin:
1) La ortodoxia económica supone que (1) todos los individuos son agentes económicos y (2) se encuentran en constante competencia y, como tal, (3) responderán de forma automática a la dinámica del mercado, (4) que es en última instancia el ente regulador de sus actividades y comportamiento. Dicho de otra forma, la actuación ineficiente e insostenible de su gestión en términos productivos puede propiciar su salid a del mercado y más aún su desaparición. Por ello es que mientras hagan un uso eficiente de sus bienes esto les permitirá subsistir.
2) Contrario a la visión de privatizar los bienes públicos es que el Estado tendría que ser el encargado de regular la explotación y recuperación de los recursos naturales y sancionar a quien haga uso irracional de estos. Esto implica la creación de instituciones y normatividades precisas que no necesariamente estarían reguladas por el mercado.
3) Una corriente heterodoxa representada por Elinor Ostrom (premio Nobel de Economía 2009), quien a través de su obra “El gobierno de los bienes comunes: la evolución de las instituciones de acción colectiva” (1990) evidencia que dentro de ciertos grupos sociales es posible que exista la cooperación y responsabilidad colectiva sobre la explotación de los recursos naturales. Grupos que han desarrollado mecanismos e instituciones que no responden a la lógica privatizadora y del Estado. Desde 1960 Ostrom dedicó su quehacer académico a analizar y presentar casos de estudio de productores rurales e indígenas en diversas latitudes del mundo con estrategias apegadas a su contexto histórico y que han resultado exitosas tanto para su reproducción social y económica como para salvaguardar el ambiente. También señala que pueden presentarse fallos y fracasos en estas organizaciones sin embargo, suelen presentarse cuando hay una injerencia externa a ellas.
Uno de los supuestos de la tragedia de los comunes es que la comunidad como tal es incapaz de lograr acuerdos racionales sobre el uso de recursos comunes o, aún en el caso de lograrlos, es incapaz de obligar a su cumplimiento. Partiendo de esto, se sugiere que la única solución posible es introducir un agente externo a la comunidad que actúe tanto como regulador como garante de tales regulaciones. Eso, en la práctica, se concreta ya sea en el poder estatal o en actores privados motivados por sus propios intereses o, quizás más a menudo, en una mezcla de ambos: la propiedad de los bienes comunes es transferida a individuos cuyos derechos son salvaguardados por el estado.
Sin embargo tal asunción es cuestionable. El trabajo de Ostrom muestra, en las palabras del comunicado informando de la otorgación del premio, que: «Elinor Ostrom (1) ha desafiado la concepción tradicional de que la propiedad común es mal gestionada… concluye que los resultados son, más frecuentemente, mejores que los predichos por las teorías estándares. Observa que (2) los usuarios de los recursos frecuentemente desarrollan sofisticados mecanismos de decisión y aplicación de reglas para gestionar conflictos de interés, y caracteriza las reglas que promueven resultados positivos».
Así pues algunos han afirmado que la «tragedia de los comunes» no corresponde necesariamente a la realidad, y que aunque lo fuera, la solución no requiere necesariamente actores externos que impongan racionalidad: la comunidad es capaz de encontrar sus propias soluciones. Este punto ha sido enfatizado por los partidarios del movimiento cooperativo
Otras críticas que se hacen a la tesis de Hardin son:
- Que confunde la gestión comunal con el libre acceso a los recursos. La propiedad comunal es una forma de propiedad privada, y como tal está regulada, generalmente por normas de carácter consuetudinario, y los no propietarios están excluidos de su usufructo.
- Que la realidad empírica evidencia que el tipo de propiedad existente sobre los recursos naturales no influye necesaria y exclusivamente en su degradación o uso sostenible.
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