Dentro de nuesta serie «colaboración«, hemos vuelto una y otra vez sobre la colaboración. No porque sea un tema de moda, sino porque sigue siendo un problema no resuelto. Colaborar aparece como condición necesaria para abordar problemas complejos, pero rara vez ocurre de forma sostenida, efectiva y transformadora (Rodríguez-Ariza, 2018).
Con el paso de los años, la serie sobre colaboración ha ido acumulando aprendizajes, frustraciones y patrones recurrentes. Leídos en conjunto, estos textos muestran algo importante: la colaboración no falla por falta de intención, sino por diseño deficiente de los sistemas en los que se espera que ocurra.
Este post propone una síntesis de esos patrones —conductores y barreras— conectándolos con la literatura clásica sobre acción colectiva y sistemas complejos.
1. El legado que no caduca: ¿por qué las cinco familias de evaluación sigue siendo su sección más citada?
Mapa integrador y lenguaje común. Antes de 1991, los enfoques convivían como islas (experimentos, modelos de uso, enfoques de valores, etc.). La propuesta de Shadish, Cook y Leviton ofreció un marco taxonómico que ordenó el campo en cinco familias —experimental, descriptiva/cualitativa, centrada en el uso, centrada en valores y centrada en el contexto— y lo convirtió en un idioma compartido para docencia y práctica. Manuales y artículos posteriores lo adoptaron como “paradigma de referencia” para ubicar debates y decisiones metodológicas.
Puente entre teoría y práctica. La clasificación no prescribe “una” forma de evaluar; normaliza la pluralidad y la convierte en elecciones razonadas (qué valoramos, cómo construimos evidencia, para quién y para qué se usa). Esa “neutralidad operativa” explica su alta citación en currículos y en artículos de revisión.
Estandariza preguntas nucleares. El propio Shadish (1998) muestra cómo el campo discute de manera recurrente cinco ejes (valor, conocimiento, uso, cambio del evaluando y práctica), que encajan con la arquitectura del libro de 1991, reforzando su función de marco metateórico.
Resultado: la clasificación facilitó comparabilidad entre teorías, ayudó a estructurar cursos y a “situarse” en diseños complejos. Por eso sigue apareciendo en revisiones y marcos actuales que explican “de dónde venimos” antes de introducir enfoques contemporáneos.
Por tanto y como ya tratamos en nuestro anterior post Fundamentos de la Evaluación de Programas: Un libro esencial, Shadish, Cook y Leviton (1991) revolucionaron la evaluación al proponer cinco familias teóricas (experimental, descriptiva, centrada en el uso, en valores y en contexto). Fue un mapa epistémico común que:
Ordenó un campo fragmentado, funcionando como lenguaje pedagógico y referencia en programas académicos.
Actuó como puente entre diversidad y unidad, validando la pluralidad en lugar de imponer un modelo único.
Se convirtió en un “esqueleto del campo” citado en manuales, cursos universitarios y artículos de revisión.
Las evaluaciones de sistemas desempeñan un papel crucial en la configuración de soluciones políticas y en impulsar cambios transformacionales. Desglosemos su importancia:
Comprendiendo Sistemas Complejos:
Las evaluaciones de sistemas nos ayudan a comprender sistemas intrincados, ya sean sociales, económicos o ambientales.
Al analizar interconexiones, bucles de retroalimentación y comportamientos emergentes, obtenemos perspectivas sobre cómo diferentes componentes interactúan e influyen en los resultados.
Identificando Puntos de Apalancamiento:
Las evaluaciones revelan puntos de apalancamiento: áreas donde intervenciones pequeñas pueden llevar a un impacto significativo.
Estos puntos guían a los formuladores de políticas hacia estrategias efectivas para el cambio.
Toma de Decisiones Basada en Evidencia:
Las evaluaciones rigurosas proporcionan evidencia empírica.
Los formuladores de políticas pueden usar esta evidencia para diseñar e implementar políticas efectivas.
Por ejemplo, evaluar el impacto de las reformas educativas ayuda a refinar métodos de enseñanza y currículo.
Abogacía y Responsabilidad:
Las evaluaciones sirven como herramientas de abogacía.
Destacan éxitos y fracasos, responsabilizando a los formuladores de políticas.
Los defensores pueden usar los hallazgos de las evaluaciones para presionar por reformas necesarias.
Aprendizaje y Adaptación:
Las evaluaciones fomentan una cultura del aprendizaje.
Los formuladores de políticas aprenden tanto de resultados positivos como negativos.
Las políticas adaptativas evolucionan basadas en perspectivas de evaluación.
Abordando Desafíos Sistémicos:
El cambio transformacional a menudo requiere cambios sistémicos.
Las evaluaciones identifican cuellos de botella y oportunidades sistémicas.
Por ejemplo, evaluar sistemas de atención médica puede llevar a un acceso equitativo y mejores resultados de salud.
En resumen, las evaluaciones de sistemas empoderan a los formuladores de políticas, informan decisiones basadas en evidencia y promueven cambios transformadores en las políticas.