
Siguiendo con nuesta serie NECD, estamos viviendo un punto de inflexión en materia de fortalecimiento de capacidades nacionales en evaluación (NECD). La conversación ya no es solo sobre talleres o capacitaciones puntuales; hoy el desafío es cómo convertir ese aprendizaje en sistemas sostenibles que realmente influyan en las políticas públicas.
Dos paneles recientes de la Conferencia 2025 de la Red de Evaluación de América Latina y el Caribe (RELAC) lo dejaron en evidencia: uno repasó los avances de estas formaciones y otro, usando la metodología TRIZ, se permitió ironizar sobre esas prácticas que garantizan que la evaluación fracase. Juntos pintan un cuadro honesto: tenemos fortalezas notables, oportunidades claras, pero también debilidades persistentes y retos urgentes.
Fortalezas: semillas que ya están germinando
A nivel global ya hay logros concretos. Las capacitaciones en NECD han llegado a muchos países y miles de profesionales, con participación activa de ministerios, sociedad civil y academia. Lo más importante: en muchos contextos nacionales, lo aprendido no quedó en el aula, sino que se tradujo en planes de acción, en vínculos entre sectores y en evidencia utilizada en debates públicos.
Ejemplos:
- En Argentina, las formaciones alimentaron discusiones sobre pobreza infantil y protección social.
- En Chile, las metodologías ayudaron a conectar la agenda educativa con la de protección social.
- En Nicaragua, las capacidades se alinearon con estrategias nacionales para la infancia.
- En República Dominicana, los aprendizajes reforzaron el Sistema de Protección Social.
- En Uruguay, se unieron agendas de primera infancia con temas emergentes como el cambio climático.
Estos logros muestran que la evaluación puede ser un puente real entre evidencia y decisiones.
Oportunidades: una hoja de ruta hacia 2030
Mirando hacia adelante, los panelistas coincidieron en que hay que avanzar hacia:
- Institucionalizar la evaluación: que no dependa de individuos o proyectos aislados, sino de normas, presupuestos y estructuras permanentes.
- Conectar con la Agenda 2030 y los ODS, asegurando pertinencia internacional.
- Construir ecosistemas regionales, donde la visión estratégica y la capacidad técnica se potencien mutuamente.
- Ampliar las alianzas con sociedad civil, parlamentos, universidades y redes profesionales.
En resumen: no basta con formar, hay que institucionalizar. No basta con capacitar, hay que generar demanda.
Debilidades: las trampas que nos siguen frenando
El panel TRIZ, con humor ácido, enumeró los principales errores que repetimos una y otra vez:
- Evaluación como trámite: informes que nadie lee, procesos formales sin uso real.
- Fragmentación y silos: actores desconectados, sin puentes con quienes deciden.
- Capacitaciones “one shot”: talleres aislados, sin trayectorias claras ni continuidad.
- Planes inviables: propuestas que suenan bien, pero nunca se implementan.
- Demanda social débil: la ciudadanía y los gobiernos no exigen evaluación.
- Gobernanza frágil: roles difusos, corresponsabilidades que se diluyen.
- Ausencia de autocrítica: celebramos éxitos, ocultamos fracasos.
- Recursos insuficientes: presupuestos mínimos que vuelven simbólico todo lo demás.
Estas trampas, más que anécdotas, son el espejo incómodo de lo que todavía no resolvemos.
Retos: del curso al sistema
El gran reto es dar el salto institucional. Las capacitaciones terminan, pero las capacidades deben quedar. Para ello necesitamos:
- Diseñar trayectorias progresivas: de la formación a la práctica, y de allí a la institucionalización.
- Activar demanda política y social: sin gobiernos, parlamentos y ciudadanía involucrados, la evaluación se diluye.
- Superar la dependencia de proyectos puntuales, apostando por ecosistemas sostenibles.
- Traducir la evidencia a un lenguaje comprensible y útil para quienes deciden.
Preguntas que incomodan (y posibles respuestas)
- ¿Cómo garantizar que las capacidades construidas en personas se conviertan en instituciones sostenibles?
Formalizando aprendizajes en normas, perfiles y presupuestos. - ¿Qué mecanismos de gobernanza compartida necesitamos?
Comités claros, con acuerdos marco, repositorios comunes y corresponsabilidad real. - ¿Cómo lograr que ciudadanía y parlamentos demanden evaluación?
Conectar la evidencia con debates sociales concretos y traducirla en lenguaje accesible. - ¿Estamos listos para reconocer fracasos como fuente de aprendizaje?
Solo si abrimos espacios de autocrítica, documentando lo que no funcionó con la misma seriedad que los éxitos. - ¿Qué alianzas nuevas priorizar?
Parlamentos, contralorías, universidades y OSC como co-dueños de la evaluación, más comunidades de práctica regionales.
Conclusión: de la ironía a la acción
Los paneles lo dijeron claro: la evaluación debe dejar de ser un trámite y convertirse en una política de Estado, legitimada por la ciudadanía y sostenida en instituciones.
La invitación es simple pero ambiciosa: articular, clarificar, acompañar, activar y colaborar. Solo así la evaluación dejará de ser un informe olvidado y pasará a ser una herramienta de transformación real.
Y la pregunta que queda para cada lector es inevitable:
👉 ¿Queremos seguir acumulando capacitaciones y diagnósticos… o estamos listos para construir sistemas que cambien vidas?