
Inspirado en el post «Principios metodológicos para diseñar evaluaciones de alta calidad» y en un taller reciente sobre «Estructuras liberadoras» en evaluación (en concreto de la estructura «Triz«), desarrollé en este post una tormenta perfecta, de cómo asegurar que un proceso evaluativo sea inútil, un fracaso, un infierno, una absoluta pérdida de tiempo y una pesadilla para l@s implicad@s. Aquí mis consejos para gestor@s de evaluación:
1.El evaluando, nuestro enemigo a derrotar: Consideremos al programa y/ o equipo evaluado como como sujetos sospechosos, alumn@s díscol@s, siempre descontent@s e incómodos con ser evaluad@s, que siempre esconden algo y merecen un castigo. Tolerancia cero, nuestro objetivo es hacerles ver sus propias costuras que, además, son muchas.
2.El equipo evaluador, es@s impostor@s. Desconfiemos del equipo evaluador, que por naturaleza son una élite aburridísima, malcriada y sabelotodo, pero que en el fondo están llen@s de prejuicios y ningun@ se libra del síndrome de dunning-kruger. Cuanto peor se les trate, más nos respetarán. Si hay que conseguir un cambio, que sea que los evaluador@s terminen con lo que se merecen, con el síndrome del/ la impostor/a.