“Su misión, si usted decide aceptarla, será dejar huella o alguna utilidad, algún uso de esta evaluación. Como ya sabe, si usted o algún miembro de su entorno (equipo, beneficiarios, gestores, evaluadores o decisores) es ignorado, olvidado, apartado, mal citado, criticado, calumniado, ninguneado u olvidado, la Secretaría negará tener conocimiento de sus acciones. Este mensaje se autodestruirá en cinco segundos”.
Nos empeñemos en escribir en una era en la que nadie lee. Pero aquí el gran mensaje es recordarnos (una vez más) que las protagonistas son ellas y las personas que las rodean, las siete magníficas: siete historias, siete relatos, siete narrativas que ya han hecho historia, aunque aún aspiren a seguir contando. Y en la era de los 280 caracteres, no es fácil que una gran historia llegue a ser contada, escuchada y aprendida…Recordemos que no hay camino sino estelas en la mar. Son protagonistas las personas que contribuyeron y a las que contribuyen a ese proceso evaluativo. Y aunque por si solas son protagonistas, gracias al equipo de Pablo y Esteban, otr@s hemos conocido sobre ellas. Por supuesto no son las únicas historias ya que, por diferentes razones, otras no están en este libro, pero probablemente son también historias dignas de ser contadas y aprendidas.
No es un tema menor con el que discrepo con Pablo Rodriguez-Bilella y Esteban Tapella y su súper equipo (Vanesa Castro, Cecilia Luna y María Alejandra Lucero): en el título, Dejar huella, Historias de evaluaciones que marcaron la diferencia. Aunque algun@s nos quieran engañar, como tod@s sabemos bien, aprender y utilizar las evaluaciones es un crimen, lo sigue siendo y lo era hace más de cuarenta años, cuando M. Q. Patton ya nos empezaba a martillear con su “Utilisation Focus Evaluation” (Abril 1978). De otra forma no se entienden los pocos cambios reales (por dentro) y los muchos cambios de traje (por fuera) que vamos teniendo.
Por eso yo más bien habría llamado a este documento, “Historias de crímenes que dejaron huella”, “La huella del crimen” o ”Manual del crimen perfecto”. Mentes criminales, ¿a quién se le ocurre?. Y es que lo que han logrado es un crimen: para resolver un crimen hay que encontrar su motivación, su oportunidad y los medios. Pues bien, dado que raramente encontramos la motivación, la oportunidad y los medios para el aprendizaje, la utilidad e incluso el uso de una evaluación, yo estoy convencido de que esto es así porque aprender debe ser un crimen o al menos algo realmente malo. Y siempre me he dicho que, de encontrar una evaluación útil, esa utilidad o incluso ese uso evaluativo, sería algo así como el crimen perfecto.
Pues aquí me encuentro que gracias a estas mentes criminales tenemos un libro de relatos criminales.
Y les pongo un ejemplo, lo pesado que he sido para escribir esta reseña: durante meses me puse excusas para no encontrar motivación, la oportunidad y los medios para escribirla. Y no eran válidas tales excusas: como veremos, todo en la vida es cuestión de prestar atención y poner prioridades, y con la utilidad y el uso evaluativo pasa lo mismo.
Todos los factores que influyen en el uso evaluativo están recogidos en estas siete historias, entre otros, (1) la calidad de los procesos y los productos evaluativos, (2) los factores relacionales, (3) los factores organizacionales relacionados con el objeto evaluado y (4) las influencias externas. Parece una quimera, una misión imposible, pero quizás merezca la pena: Enfrentarse a esos factores a veces nos hará sentirnos como Don Quijote contra los molinos. Sólo un@s poc@s hidalga@s de triste figura, ven los auténticos gigantes, donde otros ven simples molinos. Enfrentarse a los factores que influencian la gestión del conocimiento y el uso de las evaluaciones parece más complicado que todos los capítulos de las versiones antiguas y modernas de “misión imposible”…
Lo importante es leer sobre esos crímenes para encontrar nuevas oportunidades, motivaciones y medios para que se cometan más. Volvamos a recordar ese crimen tan improbable como es el uso de las evaluaciones: como se describe a lo largo de esas siete historias, para que las evaluaciones sean efectivamente utilizadas, hacen falta: (1) Motivaciones (liderazgo y cultura del aprendizaje), (2) Oportunidades (Propósito, demanda de información y priorización), (3) Medios (estructuras y recursos)
Y que los perpetradores, los encubridores, los facilitadores o los colaboradores de ese horrible crimen que es aprender, no sólo no queden impunes, sino que se repitan…seamos todos criminales del aprendizaje, del uso y de la utilidad, criminales en serie si pudiera ser.
Y de nuevo, no soy el primero en hacer paralelismos entre el trabajo evaluativo y el detectivesco, pero más que aspirar a ser héroes de novela (histórica o criminal), los involucrados en los procesos evaluativos podríamos aspirar a ser mejores agentes transformador@s: el reto es dar protagonismo a la gente en un sistema que se reinventa a sí mismo para dar la apariencia de que algo cambia p@ra seguir manteniendo el statu quo, (¿rendición de cuentas a las poblaciones afectadas?, ¿voces de l@s afectad@s, desplazad@s, retornad@s?)…pero de qué estamos realmente hablando por favor…porque dejemos las cosas claras: la voz (cantante y sonante) sigue siendo la de la l@s poderos@s.
Y eso es algo que la evaluación como la entiende “Dejar huella” quiere cambiar. Pensemos, sigamos creyendo, que la evaluación es un arma cargada de pasado y de futuro. Tal es la evaluación: evaluación -herramienta a la vez que latido de lo unánime y ciego. Maldigamos la evaluación concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigamos la evaluación de quien no toma partido, partido hasta mancharse… (Adaptado de La poesía es un arma cargada de futuro, Gabriel Celaya cantado por Paco Ibáñez)
Finalmente animo encarecidamente a no leer “Dejar huella, Historias de evaluaciones que marcaron la diferencia”, a no leerlo necesariamente de un tirón me refiero, porque esto no es una novela sino siete relatos cortos…
Y me temo que hay que avisarlo, aun a riesgo de adelantar el final. (Su misión, si usted decide aceptarla), si quieren leer las siete historias, a pedazos o como quieran: recordemos que su contenido puede ser un arma de construcción masiva, quizás no nos hagan más felices, pero como mínimo nos aportarán algo (mejora, conocimiento, aprendizaje, buena conciencia…) y algún que otro tema de conversación …
LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO
Gabriel Celaya
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.