Contribuyendo a la resiliencia de los países más pobres y vulnerables durante esta pandemia (I de II)

Ya hemos tratado en otros posts sobre resiliencia y gestión del riesgo de desastres. Ahora junto al post anterior, Enfrentarse al coronavirus también desde la evaluación y la gestión del conocimiento, encontramos algunos lineamientos de preparación para la gestión y reducción del riesgo de los efectos de la pandemia en este interesante post the Berk Ozler el pasado 19 de Marzo 2020, del que ahora desarrollamos la primera parte: ¿Qué pueden hacer los países de bajos ingresos para proporcionar ayuda a sus ciudadan@a más pobres y vulnerables durante la pandemia de COVID-19?

A medida que países ya muy golpeados por la pandemia aprueban una legislación temporal para amortiguar el golpe masivo que, de una forma u otra, está también a punto de llegar a muchos de sus ciudadanos, pobres y no pobres, es importante pensar en (1) las herramientas disponibles para los gobiernos de los países de bajos ingresos, (2) qué tipo de preparativos podrían considerar y (3) qué tipo de carga fiscal enfrentan para los programas de protección social que pueden financiarse a través de sus propios presupuestos y subvenciones de instituciones internacionales de desarrollo.

Ya se han escrito artículos sobre este tema: Ugo Gentilini, líder mundial de las redes de seguridad social en la Dirección de Protección Social y Empleos del Banco Mundial, escribió un post en su blog, que se basa en su reciente libro «Explorando el ingreso básico universal» con Grosh, Rogolini y Yemtsov (editores).

Desde Organismos internacionales ya se pidieron grandes transferencias específicas, con una publicación relacionada específicamente sobre transferencias de efectivo. El objetivo de este post de Ozler fue comenzar una discusión más específica para los países de bajos ingresos y las decisiones esenciales que probablemente tendrán que hacer en los próximos días, semanas y meses. Este posts fue escrito como un primer paso en esa discusión, para proporcionar un marco para las consideraciones que probablemente surjan, aunque sin pretender ser exhaustivo. Además, Ugo Gentilini dedicará sus posts semanales a respuestas de políticas específicas por país a COVID-19 en más de 30 países durante las próximas semanas

Premisa: estos no son tiempos normales y el punto principal de cualquier apoyo para los ciudadanos no es el estímulo: mientras que la evidencia sugiere que las transferencias de efectivo a hogares (pobres) en países de bajos ingresos pueden tener efectos multiplicadores y estimular la economía (ver, por ejemplo, Handa et al.2018 o Egger et al.2019), el punto de apoyo durante la pandemia es ayudar a las personas a atravesar una recesión inevitable y NO tanto a evitarla. Los países con sistemas de salud que están menos equipados que los países de ingresos medios y altos (cuyos propios sistemas actualmente no están equipados para lidiar con escenarios incluso moderados de la propagación de COVID-19) para hacer frente a una mayor demanda de respiradores y camas UCI se enfrentarán el riesgo de una gran cantidad de muertes directamente por la enfermedad. Si sus sistemas de salud fueran sobrepasados por los pacientes con COVID-19, esto causaría aún más externalidades negativas en personas con otras afecciones graves que necesitaran usar los mismos servicios de salud, lo que llevaría a muertes indirectas durante la pandemia. Por lo tanto, los países pobres enfrentan el mismo dilema, pero de manera más aguda: (1) cerrar todo y practicar un distanciamiento social extremo o (2) estar preparados para un sistema de salud sobrepasado  y una mortalidad muy alta. Entonces, lo que queremos no es un estímulo para que los mercados funcionen como de costumbre, sino apoyar a las personas para que puedan satisfacer sus necesidades básicas mientras se refugian en el lugar y tienen la economía lista para recuperarse cuando esto termine. Esa es la premisa …

Qué hacer: en una economía, donde muchas personas son asalariad@s, tiene sentido (1) un paquete de alivio temporal (modesto o generoso) en efectivo para los ciudadan@s pobres, combinado con (2) el apoyo a las pequeñas y medianas empresas para mantener sus nóminas. Se han planteado una serie de propuestas en países de altos ingresos, se pueden ver en (1) este artículo de Steven Hamilton y Stan Veuger para (a) apoyar a las pequeñas y medianas empresas a través de préstamos privados facilitados por la Reserva Federal, junto con (b) créditos fiscales con la condición de que estas empresas mantengan su nómina equivalente a tiempo completo durante las crisis; y (2) este de Saez y Zucman sobre el estado como pagador de último recurso para las empresas que enfrentan el cierre como resultado de la pandemia. El plan de Hamilton y Veuger no es diferente a una de las propuestas que actualmente está considerando muchos países desarrollados. Dichos planes luego se combinan con (a) propuestas de apoyo en efectivo para ciudadanos individuales (específicos o universales) y (b) esquemas como seguro de desempleo, alivio de pagos de hipotecas y servicios públicos, etc.

El problema es que las tasas de informalidad son muy altas en los países de bajos ingresos: la mayoría de las personas trabajan por cuenta propia o practican la agricultura de subsistencia. Incluso en el sector formal de la economía, es probable que falten los sistemas en muchos entornos para proporcionar liquidez a los empleadores (a través de préstamos o subvenciones) para que puedan pagar a sus empleados durante las crisis. Por lo tanto, los países de bajos ingresos no tienen más remedio que confiar en sus sistemas de protección social y sus redes de seguridad para proporcionar ayuda durante la pandemia.

¿Qué tipo de protección social? Muchos países de bajos ingresos tienen programas de asistencia laboral que garantizan el empleo a cualquiera que esté dispuesto a trabajar durante las temporadas de escasez del año. Estos programas serán particularmente poco atractivos durante una pandemia: requieren que las personas se reúnan para crear bienes públicos para sus comunidades (arreglar carreteras, mantener canales de riego, etc.), lo que aumentaría la interacción entre las personas en lugar de disminuirla.

Las transferencias de efectivo son la opción obvia. Podrían considerarse las transferencias en especie (principalmente alimentos), pero nuevamente, la logística del efectivo es mucho más adecuada durante una pandemia que organizar el movimiento de alimentos a través del espacio. Pero, ¿a quién deberían proporcionar efectivo los países de bajos ingresos?

Priorización y focalización: para muchos países del mundo, donde la mayoría de los ciudadanos no son pobres (según los estándares de cada país) ni beneficiarios de esquemas regulares de protección social, la priorización/focalización es más que proporcionar fondos universalmente para cada ciudadano u hogar (Elbers et al. 2007, Hanna y Olken 2018, etc.). Si bien es cierto que los criterios de priorización y focalización utilizados en todo el mundo, son polémicos y existen contextos en los que una transferencia universal puede funcionar tan bien como transferencias específicas (ver, por ejemplo, este documento de Brown y Al. 2018, discutido en este post del blog), las transferencias focalizadas en los más vulnerables: (1) conducirán a tasas de pobreza más bajas para un presupuesto dado y (2) alcanzarán niveles más altos de utilidad. Incluso cuando las diferencias en la reducción de la pobreza parecen pequeñas en términos absolutos, son grandes en términos relativos, como es analizado y discutido en detalle en el Capítulo 4 de Gentilini et al. (2020).

Continuará…

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