Pero hay otra cara del debate. Mientras el Consejo está casi congelado, el resto de la ONU sí puede transformarse, y de hecho ya lo está haciendo. La literatura reciente sobre gobernanza global (Weiss & Daws, 2018) coincide en que las reformas más efectivas no requieren tocar la Carta, sino mejorar cómo funciona la ONU por dentro.
Por eso hoy seguimos la conversación con una pregunta más útil: ¿Qué reformas realistas pueden mejorar ya la eficacia de la ONU?
En torno a la serie Repensar la ayuda, llegamos a la reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU), que constituye uno de los debates más prolongados y políticamente sensibles del multilateralismo. Aunque la ONU afronta una transformación institucional más amplia bajo la iniciativa UN80, impulsada por el Secretario General António Guterres, la atención política y académica sigue fija en el Consejo de Seguridad, verdadero núcleo del poder decisorio en materia de paz y seguridad internacionales.
La composición del Consejo refleja la estructura geopolítica de 1945. Ocho décadas más tarde, esta configuración provoca tensiones crecientes de legitimidad, representatividad y eficacia. Crisis como Siria, Ucrania, Myanmar o Gaza han expuesto la parálisis causada por el uso recurrente del veto por parte de los miembros permanentes. Bajo este telón de fondo, han emergido cinco alternativas de reforma que articulan distintas visiones del orden internacional: el G4, la coalición Uniting for Consensus (UfC), la posición africana (Consenso de Ezulwini), el Grupo L.69, y la propuesta de Liechtenstein.
Este análisis examina el contexto del debate, los objetivos de la reforma, la lógica y los FODA de cada alternativa, el estado actual de las negociaciones y las perspectivas de futuro, integrando ejemplos históricos, marcos teóricos y material textual de los propios actores.
La cooperación internacional atraviesa un punto de inflexión histórico. No es simplemente que falten recursos; se resquebraja el modelo mismo de relación que ha sostenido la arquitectura de la ayuda durante décadas. La serie Repensar la ayuda ha mostrado cómo esta crisis es simultáneamente estructural, cultural, subjetiva y tecnológica, y cómo el sector se encuentra en un umbral en el que nada puede seguir igual. Este artículo sintetiza sus principales aportes para proponer un marco nuevo: una cooperación sin centro, distribuida, cuidadosa y plural.
1. Un diagnóstico ineludible: colapso del centro
La crisis financiera de la cooperación no es solo un asunto presupuestario. Es un síntoma de una crisis profunda de legitimidad y propósito. (Rodríguez-Ariza 2025d; 2025c)
En nuestro Tren de Libros de Evaluación hacemos parada en un documento clave para el momento actual del multilateralismo: “Doing Better With Less: Unlocking Efficiency in the UN”, primer thematic brief de la serie Multilateral Effectiveness in a Shifting Landscape de MOPAN (2025). El informe nace en plena UN80 —la agenda de reformas del Secretario General para un sistema más ágil y efectivo— y propone algo tan simple como exigente: mejorar la eficiencia sin sacrificar la efectividad. (MOPAN)
1) Resumen general y objetivo principal
El brief sintetiza evidencias de 15 evaluaciones recientes de agencias de la ONU y multilaterales para responder a una pregunta práctica: ¿Cómo “hacer mejor con menos” sin vaciar las funciones esenciales de supervisión, aprendizaje y calidad? La respuesta de MOPAN es nítida: la eficiencia solo es valiosa si protege y potencia la efectividad. El contexto no es menor: presiones presupuestarias y propuestas de reducción del 15–20% en puestos de alto grado en la Secretaría y otras entidades, en línea con la agenda UN80. (MOPAN)
El mundo de la cooperación internacional atraviesa una crisis silenciosa.
No solo de recursos o legitimidad, sino de sentido.
En su intento por salvar al mundo, corre el riesgo de perder la capacidad de sentirlo.
Byung-Chul Han, ese observador fino de los malestares contemporáneos, diagnostica que vivimos en una “sociedad del rendimiento” donde el sujeto “se explota a sí mismo creyendo realizarse” (La sociedad del cansancio, 2010).
El cooperante de hoy es su ejemplo perfecto: motivado, comprometido, exhausto.
Su ética es impecable, su cuerpo está roto.
Pero el análisis de Han ofrece capas más profundas que aún no hemos explorado en la reflexión sobre cooperación: la pérdida de la negatividad, la obesidad comunicativa y el infierno de lo igual.
The inspiring piece Survival or Renewal? (September 2025) makes a bold case: the UN cannot limit itself to technical or cosmetic reforms, as those only prolong inertia. To survive in a world of overlapping crises, it needs nothing less than a cultural and political metamorphosis. The metaphor is vivid: like a caterpillar that dissolves before becoming a butterfly, the system must allow new “imaginal cells” to emerge—building a different model rather than yet another patch on the bureaucracy.
Core ideas and originality
Without a radical shift of model—anchored in collaboration, distributed power, shared purpose, and internal renewal—the system risks remaining trapped in “bureaucratic survival” and losing its relevance.
El inspirador documento Survival or Renewal?(septiembre 2025) plantea una apuesta fuerte: la ONU no puede limitarse a reformas técnicas y/o cosméticas, porque eso solo prolonga la inercia; para sobrevivir en un mundo de crisis múltiples, necesita una metamorfosis cultural y política. La metáfora es clara: como la oruga que se disuelve antes de ser mariposa, el sistema debe permitir que surjan nuevas imaginal cells que construyan un modelo distinto, no un parche más sobre la burocracia.
Ideas fuerza y originalidad
Sin un salto radical de modelo —basado en colaboración, poder distribuido, propósito compartido y renovación interna— el sistema corre el riesgo de quedarse en la “supervivencia burocrática” y perder relevancia.
El texto propone cuatro grandes desplazamientos:
De feudos a propósito compartido: pasar de silos institucionales a equipos en torno a misiones y resultados comunes.
De jerarquía a poder distribuido: dar voz a jóvenes, comunidades y staff de primera línea, no solo a Estados Miembros y cúpulas.
De fragmentación a ecosistema: interoperabilidad de datos, plataformas comunes y equipos conectados.
De burocracia agotadora a renovación: cuidado, confianza y aprendizaje continuo como condiciones para el cambio.
Este post esta dentro de la serie «Repensar la ayuda». En su 80.º aniversario, la ONU no se limita a celebrar. Se embarca en una transformación institucional de gran envergadura. Lanza UN80, una reforma orientada a reducir burocracia, revisar mandatos, fortalecer coherencia y avanzar hacia una arquitectura organizacional más eficiente y adaptada a los desafíos globales.
Desde un enfoque de evaluación con intención transformadora, surge una oportunidad única: explorar cómo la evaluación puede contribuir activamente a maximizar el impacto y la sostenibilidad de esta reforma.
2. ¿Qué es UN80 y por qué importa?
UN80 es una iniciativa del Secretario General António Guterres, lanzada el 12 de marzo de 2025, centrada en tres grandes líneas: eficiencia interna, revisión de mandatos y reestructuración organizacional (Stimson Center, 2025).
En tiempos de incertidumbre estructural y cuestionamiento o agotamiento de modelos, tanto la cooperación internacional como su aparato evaluativo atraviesan una fase de transición profunda. Este post esta dentro de la serie «Repensar la ayuda». Como analicé en «Liminalidad: oportunidad para reformular la ayuda» (Rodríguez Ariza, 2025a), nos encontramos en un momento liminal, en el sentido propuesto por Victor Turner: un umbral donde lo anterior se cuestiona, erosiona, agota o descompone sin que lo nuevo esté plenamente definido. Esta zona intermedia, más que un vacío, puede ser un campo fértil de reinvención. ¿Qué implica evaluar desde este umbral? ¿Qué horizontes se abren cuando las estructuras pierden su aura de inevitabilidad?
Una variable crítica en este escenario es la irrupción de la inteligencia artificial (IA) en el campo evaluativo. Su despliegue puede representar una palanca de renovación o, por el contrario, consolidar los sesgos y ritualismos de los modelos cuestionados o agotados. Evaluar desde el umbral exige también repensar el lugar de la IA en los procesos evaluativos, desde la generación de evidencia hasta la rendición de cuentas y la deliberación pública.
1. ¿Qué está en crisis? Erosión o desgaste de paradigmas
La evaluación dominante, anclada en la neutralidad tecnocrática, comienza a mostrar su cuestionamiento o agotamiento. Modelos centrados sobre todo en resultados cuantificables, estándares universales y lógicas verticales ya no responden a contextos de injusticia estructural ni a relaciones de poder desiguales. En «Evaluación y cooperación en tiempos de restricciones» (Rodríguez Ariza, 2025b), abordé cómo estas lógicas han colonizado el campo, desplazando el sentido público y deliberativo de la evaluación. La crisis no es solo metodológica y técnica: es ética, epistemológica y política.
Asimismo, como desarrollé en «Reiniciar el desarrollo» (Rodríguez Ariza, 2025c), esta crisis implica también una pérdida de legitimidad institucional. Las estructuras de ayuda se perciben rígidas, lejanas o desconectadas de las prioridades reales. En ese marco, la evaluación no puede seguir (a) siendo una herramienta que señala más los síntomas que las causas últimas u originarias, (b) centrada en aspectos más operativos y/o periféricos que estructurales. Debe dejar de ser un instrumento de verificación burocrática para transformarse en vehículo de reconstrucción de confianza, legitimidad y pertinencia social.
La IA se inserta aquí como catalizador ambiguo. Puede contribuir a la transparencia y eficiencia, pero también perpetuar automatismos, opacidad algorítmica o una “gobernanza sin sujeto”. Sin dirección crítica, podría reforzar una evaluación despolitizada, funcionalista y reduccionista.
2. Crítica estructural al sistema evaluativo
Una parte del sistema actual de evaluación funciona como un dispositivo simbólico más que como una herramienta transformadora. Autores como Michael Power (1997) en The Audit Society, y Dahler-Larsen (2011) en The Evaluation Society, han demostrado cómo las evaluaciones tienden a convertirse en rituales de rendición de cuentas, en algunos casos de gran rigor y calidad técnica, pero en muchas ocasiones sin utilidad real. Este ritualismo genera a menudo:
Evaluaciones costosas, pero de baja utilidad práctica.
Informes desconectados de la toma de decisiones.
Poca participación significativa de actores clave.
Reificación de lo cuantificable sobre lo relevante.
En tiempos marcados por crisis ecológicas, desigualdades estructurales y disputas epistémicas sobre qué cuenta como conocimiento válido, la evaluación enfrenta una encrucijada histórica. Ya no basta con identificar “qué funciona”; debemos preguntarnos también cómo, para quién y en qué condiciones funciona, y bajo qué marcos epistémicos, culturales y políticos se construye ese juicio.
La validez en evaluación, tradicionalmente entendida como una dimensión técnica, se transforma en este contexto en una categoría relacional, ética y situada. Este texto propone una relectura integral y crítica de las formas de validez, integrando sus expresiones clásicas con nuevos aportes emergentes desde perspectivas decoloniales, feministas, participativas y ecológicas.
2.Fundamentos teóricos: de la neutralidad al compromiso epistemológico
Los aportes desarrollados aquí se fundamentan en un corpus diverso que incluye la crítica pospositivista a la neutralidad del conocimiento (Schwandt, 2009; Patton, 2011), las epistemologías del Sur (Sousa Santos, 2018), la evaluación transformativa (Mertens, 2009) y la práctica culturalmente receptiva (Hood, 2009; Chilisa, 2012). También se apoyan en enfoques de sistemas complejos (Greene, 2007; Patton, 2011) y pedagogías críticas como la de Freire (1970), así como en evaluaciones participativas con base en justicia social (Cousins & Whitmore, 1998; Mark & Henry, 2004).
Desde esta perspectiva surge la idea de validación crítica: un proceso dialógico, situado y plural que reconoce las tensiones entre formas de validez y busca equilibrarlas en función del propósito evaluativo y el contexto sociopolítico.
3.Las valideces: clásicas y críticas
3.1.Las valideces clásicas: continuidad necesaria con revisión crítica
Validez interna
Enfocada en la relación causal entre intervención y resultados, es central en diseños experimentales (Shadish et al., 2002; Gertler et al., 2016). No obstante, puede omitir factores contextuales o dinámicas de poder, como han señalado evaluaciones realistas (Pawson & Tilley, 1997).
Validez externa
Remite a la generalización de resultados. Investigaciones como la de Vivalt (2020) muestran la variabilidad de efectos cuando se replican programas en contextos distintos. Cartwright & Hardie (2012) advierten contra la ilusión de universalidad.